domingo, 7 de junio de 2015

Re. Colaboración

Lehan, muchas gracias por tu colaboración.

Para empezar, me gustaría recalcar la frase que escribes: no podemos demostrar la existencia ni la inexistencia de Dios, pues no conocemos la verdad (existencia o no de Dios), y jamás la podremos conocer. Pero Lehan, yo te pregunto ¿si no conocemos la verdad, como sabemos que no se puede llegar a conocer?

Quizás no sea posible conocer la verdad a través de la ciencia, pues científicamente no se puede probar la existencia o inexistencia de Dios. Es entonces cuando debemos acudir a la religión, pues sólo mediante esta vía podemos llegar a conocerle.

No podemos meramente decir: "pues como no se puede probar que hay un Dios, no creo que lo haya". Debemos atravesar esos muros conformistas, porque ¿qué sería el hombre sin la verdad? Una mera oveja en la oscuridad.

El ateo, si te fijas, carece de dogmas. No tiene verdades por las que guiarse, tan solo un negativo universal, lo cual implica la posibilidad de poder creer en cualquier cosa menos una, a diferencia del cristiano, que cree en esa una.

También me gustaría subrayar que si Dios se diese a conocer, seríamos privados de nuestra libertad. Por esto mismo jamás vas a tener evidencia directa física de que Dios existe, pues ya no serías libre de creer en Él, o no serías libre para hacer el bien o el mal.

Ahora, refiriéndome al ejemplo del charco, me gustaría preguntar: ¿Cuál es la opción lógica, que Dios haya creado el universo, o que el universo haya nacido de la nada. ¿Cuál es la lluvia y cuál es el señor del cubo?

La ciencia se ocupa de lo humano y de lo tangible. La religión se ocupa de lo inhumano, de lo espiritual. No intentemos enfrentar la una con la otra pues nuestro esfuerzo sería en vano.

Estimado Lehan, la ciencia y la religión son polos opuestos. Se atraen. El hecho de que sean opuestos no significa que se repelan. Intenta romper esos muros. Puede que encuentres allí la felicidad.

Un fuerte abrazo

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