Los nombres son algo realmente increíble, son abreviaciones de la
realidad, pequeños conceptos fáciles de recordar que sustentan un significado
mucho mayor del que aparentan. Si conocéis la serie Doctor Who, seréis
familiares con la T.A.R.D.I.S, una nave estelar capaz de viajar a través del
espacio y tiempo. Por fuera es tan sólo una cabina telefónica, pero por dentro
es un universo aparte, una realidad enorme y viva que cuenta con su propia
esencia. Los nombres son algo parecido. Mediante el estudio de un nombre, uno
puede llegar a numerosas conclusiones.
La T.A.R.D.I.S |
Bien, hoy vengo a hablaros sobre un nombre en particular, la
democracia. La palabra griega viene a significar algo similar a poder en el
pueblo, o sea libertad en el pueblo. La
democracia se considera como la menos mala de los sistemas de gobierno, pues se
mantiene justo en el centro de la carretera que une dos ciudades muy tratadas
filosóficamente.
La primera ciudad es Villaesencia; el orden personificado en
ciudad, donde sólo existe la igualdad (no la justicia), lo esencial y lo
verdadero. En Villaesencia no existe la libertad, pues una vez que conocemos la
verdad ¿de qué nos sirve la libertad? La segunda ciudad es Accidentalópolis, la
antítesis de Villaesencia. En sus calles reina el caos y lo accidental, nada es
verdad en Accidentalópolis y la libertad es absoluta. Tal es la libertad que
pasa de ser libertad a libertinaje (hago lo que quiero porque quiero).
La democracia, sin embargo, se mantiene en medio de las dos
anteriores. Es una ciudad donde reina el orden humano (un orden imperfecto por
definición pues el ser humano es tanto esencia como contingencia, y por tanto
imperfecto e influenciable) y la verdadera libertad (ni el libertinaje ni la
verdad absoluta). Por tanto, el habitante de Villaesencia seria algo que es
pura esencia, alma al 100%, perfecto, continuo y pura verdad. En cambio el
ciudadano de Accidentalópolis sería algo que es puro accidente, en constante
cambio y que goza de puro libertinaje (quizás un animal). Y de tal forma, el
habitante de una democracia sería el que llamamos ser humano.
Ahora me dirás…¿por qué dices que es la menos mala?
Por supuesto como todo proyecto humano, tiene sus contras. Por
ejemplo, ¿si no hay verdad absoluta como podemos guiarnos por nuestras vidas? Según
los principios básicos de la democracia, que una pregunta no se pueda responder
con un 100% de exactitud no significa que no podamos intentar responderla. Esta
frase sea quizás la que mejor resuma la democracia, y nuestras vidas
democráticas como su consecuencia. Refleja la constante y siempre fracasada
búsqueda del ser humano por la verdad. Esperamos encontrar la verdad absoluta
en forma de un solo trofeo, pero esto es imposible. En una sociedad
democrática, la verdad está repartida en forma de pequeñas medallas; quizás no
las encuentres todas, pero lo normal es que ayudados por nuestro sentido común
encontremos la mayoría. Como ya hemos dicho, el hombre es un ser influenciable,
y por tanto nunca va a lograr alcanzar la verdad absoluta (por lo menos en nuestra
forma mortal).
Si comparamos la democracia con las dos ciudades que la rodean
podemos observar que cuanto más libre es uno, más contingente es, y por tanto menos
verdadero; y cuanto menos libres seamos más nos acercaremos a la verdad, y por
tanto más felices seremos. Según esto, podemos deducir que estamos más cerca de
la verdad que los animales (que gozan de pleno libertinaje) pero más lejos de
la verdad que Dios (llamémosle así a un alma pura 100% esencia).
Entonces, cuanto menos capacidad de raciocinio tengamos, cuanto
menos críticos y libres seamos estaremos más cerca de la verdad, y por tanto de
la felicidad. Por esto docenas de personas de nuestro entorno tienden a
encerrarse en su burbuja, y se aíslan del resto de la sociedad. Quizás no tenga
que ser un aislamiento literal, sino un aislamiento del saber, falta de cultura
y conocimiento y de opinión crítica. Ellos son felices, y viven en su verdad,
pues no son democráticamente libres. Son peces en un agua de ignorancia pero de
felicidad. Viven mejor en el agua, donde tienen comida y pueden respirar. Lo
que no saben es que no están en un océano, sino en una burbuja de agua en medio
de un desierto.
Quizás pueda explicar esto un poco mejor poniendo como ejemplo a
una persona mentalmente desequilibrada. La locura es similar a la ignorancia,
un loco vive en un mundo donde es más feliz que en la vida real; si le diéramos
la opción a un loco de recobrar su cordura o permanecer en su mundo, optaría
por permanecer en su mundo feliz. El mundo real es un lugar muy grande y
peligroso, y quizás estemos más cómodos en nuestra burbuja, pero de eso no se
trata la democracia. Se trata de aprovechar esa grandeza y esa capacidad de
pensar y ponerla en marcha, para que todos nos ayudemos mutuamente. Se trata de
tener inquietudes, pequeños tirones que nos da la verdad para que la busquemos.
Por esta razón, el principal enemigo de la democracia no es el
comunismo (Villaesencia) ni el anarquismo (Accidentalópolis), sino la
ignorancia, y la locura. Sin embargo, sarcásticamente, son los propios
políticos “democráticos” los que propagan la ignorancia. Pero el pan y circo es
una historia completamente distinta.
Me gustaría acabar esta meditación con una cita de Winston
Churchill: El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco
minutos con el votante medio.
Un fuerte abrazo